- La preparación de la actividad: antes de proponer el juego o la actividad, hay que repasar mentalmente todo el desarrollo e intentar reconocer las posibles situaciones que pueden comportar algún tipo de peligro, a fin de eliminarlas y apuntar todo lo necesario para cuando se realice el juego tenga éxito. A continuación se decidirá la duración aproximada del juego, aunque siempre se puede modificar a medida que se vaya desarrollando la actividad. También tener presente que las interrupciones prematuras del juego a menudo son causa de frustación pero, por otro lado, alargarlo excesivamente acaba por cansar y aburrir. Además de tener en cuenta las posibles variaciones del juego, con el fin de adaptarlo a los niños y niñas con alguna necesidad educativa específica.
- La presentación de la actividad: para presentar la actividad se tendrá en cuenta un espacio adecuado y crear una atmosfera especial con elementos motivadores que inciten al juego.
Un buen recurso para iniciar la presentación de ciertos juegos es la anécdota. Antes de empezar a jugar, a los niños y niñas les gusta escuchar una historia breve, que tiene que ser clara y concreta, basada en un hecho histórico o fantástico. En cualquier caso,se debe explicar el juego de la manera más clara y sencilla posible, para lo cual es recomendable seguir un orden lógico y cronológico (situación inicial, desarrollo y final). También hay que explicar los objetivos que se buscan y las normas que hay que respetar, que deben ser breves y fáciles de recordar. Las reglas, cuando son más pequeños, deben ser mínimas y sencillas, ya que si hay muchas o son complicadas no sabrán como aplicarlas, lo que entorpecerá el juego y hará que enseguida se desmotiven. Antes de iniciar definitivamente el juego, es fundamental que los niños y las niñas tengan claro qué deben hacer, por lo que la educadora o el educador debe comprobar que efectivamente es así. Conviene hacer una prueba del juego para confirmar que todos los participantes han entendido y asimilado el funcionamiento y las normas.
- La dinamización de la actividad: la educadora o el educador debe ser quién dinamice la actividad lúdica y a la vez debe permitir que el juego sea lo más libre posible. De todas formas, en el diseño de cada juego se establece qué grado de directividad debe tomar, es decir, si el tipo de ayuda que ofrecera el educador o la educadora es directa o si una vez preparado el juego se pasara a un segundo plano.
A veces sobre todo al principio, hay que orientar a algunos niños o hacerles sugerencias para estimular su ingenio, pero luego conviene dejar que el juego se desarrolle libremente. En este sentido, la educadora o el educador debe animar, potenciar o ayudar al pequeño o al grupo, pero solo cuando sea necesario.
Durante el el desarrollo de la actividad el educador/a debe conducir el proceso y facilitar los recursos necesarios para que la actividad lúdica se desarrolle correctamente de modo que cada niño o niña progrese de acuerdo con sus capacidades. También es conveniente que tenga clara la temporalidad de las actividades programadas y que no dude en modificar el material o las actividades que permiten mantener el interés de los pequeños y alcanzar los objetivos que se había propuesto. Además de no dejar que el juego se prolongue tanto que provoque el aburrimiento de los niños y niñas. Es preferible que una vez terminado sigan con ganas de jugar, lo cual no se debe entender como que se interrumpa el juego antes del momento apropiado.
Se debe tener cuidado especial en las relaciones interpersonales por lo que buscará justificar la relación entre los niños y niñas en el respeto mutuo, la tolerancia, la sensibilidad y la dignidad de todas las personas. En este sentido, debe saber actuar con autoridad pero sin autoritarismo, es decir, el educador o la educadora debe tener siempre presentes los valores que guiarán tu intervención y obrar en consecuencia.
2. Adaptaciones de la actividad lúdica:
-Niñas y niños con alteraciones de conducta:
- niñas y niños especialmente agresivos, destructivos, desobedientes o acosadores: la intervención debe basarse en actividades lúdicas que neutralicen esta energía negativa. Son importantes los juegos de manipulación y de construcción, con los que aprenderán a mantener la atención, y los juegos de dramatización, en los que escenifiquen situaciones familiares y cotidianas que fevorezcan la adquisición de modelos de comportamientos afectivos y sociales,tales como los juegos de padres y madres.
- Refuerzo positivo y negativo: se utiliza para conseguir que el niño se habitúe a una conducta positiva. Es aconsejable darle algo que le gusta cuando su comportamiento es adecuado y evitarle una situación o tarea que le desagrada. En ambos casos, obtiene un beneficio por comportarse de manera correcta y es probable que lo repita para alcanzar la recompensa. “Es necesario aclarar con el niño las conductas que se tienen que corregir y los premios que puede conseguir”
- Economía de fichas: esta técnica se utiliza tanto en grupo en el aula, como de forma individual en casa. Se aplica para favorecer el desarrollo de buenas conductas y disminuir las no deseadas. Consiste en trazar un plan junto con el niño para entregarle cuando efectúa las conductas pactadas de forma previa (recoger su cuarto, hacer las tareas, atender en clase,etc.). Si consigue un determinado número de fichas, las puede canjear por un premio mayor (una golosina, un juego o una actividad lúdica, entre otros). Es necesario aclarar con el niño qué conductas se tienen que corregir, asi como los premios que puede conseguir, y reflejar su evolución en un cuadro una hoja de registro. Esta técnica se puede usar con la de "coste de la respuesta", que implica la retirada de fichas o reforzadores cuando se desarrollen conductas no deseadas.
- Tiempo fuera: se retira al niño a un lugar que carezca de estímulos positivos para él. Se utiliza ante rabietas o comportamientos inadecuados persistentes. Hay que apartarle a otro lugar de forma pausada y tranquila, mientras se le expliqua que cuando corrija su actitud podrá volver al espacio físico anterior. En los más pequeños, el tiempo debe limitarse a cinco o seis minutos.“Las actividades que más le gustan a un niño pueden utilizarse para reforzar otras que le resultan más desagradables.
- Principio de Premack: esta teoría, formulada por el psicólogo estadounidense David Premack, incide en que las actividades que más gustan a un niño pueden utilizarse para reforzar otras que le resultan más desagradables. Es una modalidad de reforzamiento positivo para aumentar la frecuencia de conductas apropiadas. Es imprescindible conocer las actividades preferidas del niño y utilizarlas como objeto de cambio por la conducta apropiada (ver la televisión si antes termina los deberes, aumentar las horas de uso del ordenador si no se distrae en clase). El objetivo es que el menor entienda que si hace las cosas bien se puede beneficiar, frente al hecho de saber que, si se porta mal, puede recibir un castigo.
- Saciedad: llevar al límite una conducta inadecuada del niño puede conducir a que una situación que, en principio, resulta agradable para él, se convierta en incómoda. La técnica de la saciedad puede conseguirlo. Le otorga a la conducta problemática el papel de recompensa, de modo que, usada de forma sistemática, el niño se canse de ella. Si un niño llora y patalea porque quiere ver la televisión, se le puede dejar todo el día delante de ella e impedirle hacer otras actividades. Si sólo quiere comer galletas, se le darán para desayunar, almorzar, merendar y cenar.
- Estrategia paradójica: esta técnica se utiliza como último recurso cuando no funcionan otras. Se pide al niño que realice justo lo contrario a sus expectativas, así se sorprende y se crea una situación de perplejidad. Si se le reprueba siempre una conducta, como no atender durante las horas de clase, una opción es darle permiso para no hacer nada durante toda la jornada y dejarle exento de cualquier actividad educativa hasta que sienta al final, por aburrimiento, la necesidad de seguir las actividades comunes. El objetivo es convertir en una obligación algo que le resulte agradable, para que así acabe por rechazarlo.
- El castigo es quizá el primer método en el que piensan los adultos ante una conducta no deseada de los niños. Esta técnica resulta efectiva en algunos casos y reduce las probabilidades de que el comportamiento inadecuado se repita. Sin embargo, si se usa de forma sistemática y en contextos que no lo requieren, puede perder eficacia, sobre todo porque no propone un modelo de conducta alternativo. Antes de aplicar un castigo es necesario tener en cuenta algunas pautas. En primer lugar, debe ser inmediato a la mala conducta, ya que es el único modo de conseguir que el niño comprenda qué se le reprueba y lo asocie al castigo. Es necesario también medir la proporción de la pena en función de la conducta. La levedad o gravedad de ésta determinará la de la infracción. Para que sea efectivo, quien lo impone debe mostrar al niño cuál es la conducta que se espera de él, contraria a la que se castiga. Hay que cuidar, del mismo modo, que no se asocie a una conducta deseada (recoger el cuarto, hacer tareas),para que el niño no la identifique como algo desagradable.
Aquí dejo un enlace donde e encontrado algunos juegos para utilizar las estrategias explicadas:
http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0037/File/Inspector/Paz%20ciudadana%205%20Manual_Manejo_de_Aula_Docentes_Final_17.11.08.pdf
- Niñas y niños hiperactivos o muy movidos: la intervención debe ir encaminada a eliminar el exceso de energía con juegos de exterior, triciclos o bicicletas; Además, pueden mantener la atención con juegos de construcción y juegos de construcción y juegos de manipulación, con agua, barro, arena, etc. Es importante que estos juegos no comporten muchas dificultades para conseguir el máximo éxito posible y, de este modo, hacerlos aumentar la autoestima.
- Niñas y niños con poca socialización o poca estimulación: la intervención debe ir encaminada a organizar la salidas y excursiones en la naturaleza o en lugares públicos que les aporten las experiencias y conocimientos que les faltan.
- Niñas y niños con diversidad funcional:
- Niños y niñas con diversidad funcional auditiva: la falta de estímulos hace que estos niños tiendan al aislamiento, por eso necesitan una intervención que los anime y los estímule a relacionarse con sus compañeros y compañeras. Normalmente debe haber una persona adulta que haga explícitas sus necesidades. Las actividades lúdicas deben estar tan estructuradas como sea posible. Esto requiere que la educadora o el educador explique las secuencias de los juegos en un orden riguroso, de manera clara, mirando, vocalizando y gesticulando, para que el niño comprenda a qué se juega. Hay que establecer vías de comunicación con los niños y niñas que conservan restos auditivos. Son útiles los espejos, porque se puede ver cómo gestícula o hace sonidos. También es útil hacer juegos con teléfonos, títeres y otros elementos que faciliten el desarrollo linguisticos, tanto respecto a la comprensión como a la expresión, a través de estímulos visuales.
- Niñas y niños con diversidad funcional visual: una de las actitudes propias de los niños y niñas invidentes es la falta de interacción con el medio. En principio no tienen ninguna necesidad ni deseo de explorar, tienden a construir una barrera para defenderse y su mundo se acaba donde no pueden llegar con las manos, por lo que pierden la percepción de continuidad. Tampoco perciben ni colores ni formas. Cuando a un niño invidente se le da un juguete, éste juguete no tiene un sentido, por tanto hay que enseñarle sus características y uso. La ayuda de los iguales y de las personas adultas es imprescindible a la hora de jugar. Además, las actividades lúdicas se deben llevar a cabo en un espacio que aporte seguridad, los objetos y los juguetes deben situarse en lugares que el niño o niña puede reconocer. También conviene que, siempre que se pueda, los compañeros y compañeras ocupen un lugar fijo en el espacio. Los objetos y los recursos educativos deben ser tan normalizados como sea posible. Se recomienda que sean sonoros, que huelan y que sean suaves, como los juegos de manipulación con agua, arena, barro, etc. Es conveniente que el niño o niña pueda recuperar los juguetes solo estirando una cuerda.
- Niñas y niños con diversidad funcional motriz: la falta de movilidad y de coordinación se puede manifestar de distintas maneras, en distintos grados y con sintomatología diferente, incluso puede afectar a otros sistemas como el habla. Generalmente, son niños y niñas que no tienen una movilidad adecuada y que presentan carencias de precisión para coger objetos y manipularlos. Por todo ello es imprescindible que en el espacio en que lleven a cabo las actividades lúdicas no haya barreras arquitectónicas y que todos los lugares y objetos sean de fácil acceso, tanto en el espacio interior como en el exterior. Es necesario que estas niñas y niños puedan acceder a todos los rincones de juego. Además, se debe extremar la seguridad de estos espacios, ya que un requisito ineludible es que se sientan seguros y protegidos. En cuanto a los recursos, se intentará aportar los materiales y los objetos ordinarios, procurando que sean fácilmente manipulables, de mayor tamaño y hechos con materiales rugosos. También es aconsejable que en la mesa de trabajo del niño o niña haya una goma o un material adherente que evite que los objetos resbalen. La duración de la actividad se deberá adaptar a las necesidades del pequeño, mientras que los compañeros y compañeras deberán aprender a tener paciencia y a esperar a que terminen todos. Se facilitarán sistemas alternativos o aumentativos de comunicación a los niños y niñas con dificultades de expresión oral; en estos casos, el resto de la clase también deberá saber utilizarlos.
- Niños y niñas con diversidad funcional psíquica y social: no todos los niños y niñas con algún grado de diversidad funcional psíquica o con una alteración generalizada del desarrollo están diagnosticados antes de los tres años, pero sí que a menudo reciben una atención especializada desde el momento en que se detectan ciertas dificultades personales o sociales de relación y empiezan a tomar parte en programas de intervención temprana. Como la sintomatología puede ser muy variada, habrá que diseñar actividades adaptadas y ponerlas en práctica siguiendo las indicaciones de los especialistas. En ocasiones, si es posible, puede valorarse mucho la ayuda de personal de apoyo, fisioterapeutas, logopedas, etc. durante la implementación; en todo caso, habrá que prestar especial atención para que el pequeño pueda seguir la dinámica de la actividad de la forma más normalizada posible. La educadora o educador, con la programación de actividades lúdicas accesibles, debe conseguir que la niña o el niño se sienta seguro y confiado y que tome conciencia de lo que es capaz de hacer. Durante los tres primeros años hay que aportar muchos estímulos, ya que se encuentran en un momento crítico de la maduración del sistema nervioso; por ello es imprescindible proponer juegos que desarrollen la psicomotricidad, la afectividad, el lenguaje y la sociabilidad. A partir de los tres años, es importante proponer actividades lúdicas que enriquezcan el lenguaje, juegos cooperativos y de participación que faciliten la interacción, y juegos dramáticos que proporcionen la adquisición de hábitos sociales y de autonomía personal.
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